La relación que se establece entre padres e hijos en los primeros años de vida de estos últimos, puede resultar fundamental en el desarrollo final de su personalidad y en la actitud que estos adopten ante cualquier problema.


El estilo autoritario, fue el más utilizado por las antiguas generaciones, siendo generalmente el padre el que lo adoptaba. Para compensar, la madre se mostraba más permisiva y razonable. Este tipo de educación se basa en tener controlados a los más pequeños en todo momento para lo cual los padres establecen una serie de normas muy estrictas que lastran la iniciativa de los niños. Gracias a este tipo de educación lo único que se consigue es que los niños tienden a ser muy introvertidos, que tengan serias dificultades para relacionarse y confiar en el resto de niños de su edad y en definitiva que se muestren atemorizados y con un grado de felicidad menor. Consecuencias que se puede agravar en mayor o menor medida dependiendo del carácter y personalidad del niño/a.
En nuestros días se tiende más a emplear el estilo democrático (no autorizado o permisivo), en el que se trata a los hijos como a iguales. En él los padres, en la convicción de que están actuando de la forma correcta, buscan ser aceptados por sus hijos a cualquier precio, les permiten todo sin imponerse ni cuando les desobedecen. Esto lleva al libertinaje, los padres no son capaces de marcar unos límites, el niño toma el control y hace lo que quiere.


Este tipo de educación permite al niño desarrollarse por si mismo, sin trabas ni exigencias por parte de sus progenitores, el chaval carece de metas claras ni de límites. Esto provoca que se vuelvan exigentes, caprichosos y autoritarios.


El mejor estilo de educación es el de los padres autorizados. Estos se comportan de forma conciliadora con sus hijos, marcan una serie de límites claros y mantienen un ambiente afectuoso y estimulante. Los mayores ofrecen argumentos coherentes y atienden a los argumentos ofrecidos por sus hijos. Los padres no ejercen un control estricto sobre sus hijos, sin embargo, los enseñan a ser responsables de sus actos y a relacionarse con el resto de familia, sus amigos y la sociedad que les rodea. Gracias a una educación de este estilo, lo más probable es que los niños se desarrollen con confianza en sí mismos, mucho más sociables, más simpáticos e independientes.
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