

Para que los hermanos dejen de verse como rivales, el concepto de la familia debe de ser circular, es decir, todos y cada uno de los miembros contribuyen a estrechar los lazos. Durante el día, hay muchas oportunidades de crear vínculos entre los hermanos y a que, poco a poco, establezcan relaciones de cariño.
Por ejemplo, puedes decirle a tu hijo mayor que lea un cuento a su hermana pequeña antes de dormir o preguntarle a la menor si quiere darle un abrazo a su hermano. Se trata de sugerirle a ambos distintas formas de acercamiento. Cuando uno de ellos tiene un problema, puedes preguntarle a su hermano cómo se le puede ayudar.
En este sentido, los padres ejercen de intermediarios y ayudan a que sus hijos tengan relaciones más abiertas y sean más comprensivos entre ellos.
Tienes que tener que en cuenta que a los niños les gusta sentirse valorados como individuos. Lo mejor que podéis hacer es escuchar con respeto sus quejas contra los hermanos.
Será tentador hacer de juez, pero la clave es dejar que sean ellos los que se escuchen entre sí y resuelvan el conflicto. Nunca les compares puesto que esto sólo puede traer más resentimiento y relaciones de hostilidad entre hermanos. Vuestro papel siempre debe de ser sereno y escuchar la versión de ambos para que los dos se sientan comprendidos.
Es recomendable ayudar a que los niños identifiquen sus sentimientos o deseos. Siempre puedes guiarlos para que encuentren una solución pacífica a su conflicto. Cuando su discusión se ha convertido en una pelea, es el momento de separarles y decirles que no vas a permitir que se hagan daño. Espera un tiempo para que se tranquilicen y, posteriormente pídeles que expresen su frustración, pero de forma positiva.
Tienes que tener en cuenta que cuando un niño está enfadado es porque se siente infeliz, y le puedes ayudar a que exprese este sentimiento de una manera en la que su hermano sepa lo que le ocurre, pero de forma pacífica.