Hablar de la muerte: cómo tratarlo con los niños

La muerte forma parte de la vida, y por tanto es un tema más que debe de tratarse con los hijos teniendo en cuenta su edad. Si no se habla de ello, se pueden estar creando tabúes y limitaciones a la hora de comprender el significado de la muerte. Además es un tema que antes o después debe de tratarse, ya que por muy duro que sea, hay que hablar de la muerte de un familiar, una mascota o de un amigo y dar una explicación.

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ana it
viernes, 17 febrero, 2023
hablar de la muerte

Los niños tienen conciencia de la muerte mucho antes de lo que pensamos. Con frecuencia ven situaciones de muerte en los telediarios, videojuegos o dibujos animados.

Cómo hablar de la muerte a los niños

Ahora bien, en función de su edad, su concepto sobre la muerte es variable. Los preescolares entienden la muerte como algo temporal e impersonal. Entre los 5 y los 9 años, empiezan a percibir que la muerte es algo definitivo y que todos acaban muriendo aunque tienen una ligera esperanza de que se puede escapar de ella. A partir de los 10 años, entienden plenamente que la muerte es irreversible. Es un tema delicado, y que los expertos recomiendan hablar de la muerte, dando explicaciones breves, sencillas y con un lenguaje adecuado a la edad del niño. Hay que observar si el niño ha entendido la explicación y no dejar ninguna duda en el aire.

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Hay que explicarles que cuando las personas mueren ya no respiran, no comen, no hablan, no sienten y no piensan. Nunca hay que dar ideas equivocadas a la hora de hablar de la muerte. Por ejemplo, no es conveniente decir que la persona que ha muerto se ha ido de viaje. La persona que se va de viaje, suele volver aunque sea tarde, y estamos dando una idea equivocada al niño. Tampoco hay que asociar la muerte al "descanso eterno", ya que muchos niños se sienten confusos y comienzan a tener miedo a dormir. La respuesta a ¿dónde van las personas que mueren? depende de la edad del niño siempre. La respuesta del cielo, un lugar tranquilo donde hay paz y alegria en el que la persona ausente  sigue queriéndonos y nos protege, es un buen referente.  

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