Todo requiere una organización mínima, desde el tiempo que empleamos para dormir hasta los más insignificantes detalles como asearnos, realizar las tareas del trabajo, estudio o del hogar e, inclusive, algo tan sencillo como preparar el desayuno.


Nunca nos ponemos a pensar en qué momento de nuestra vida hemos adquirido tales habilidades que forman parte de nuestro inconsciente y que, sin darnos cuenta, se repiten día tras día a lo largo de nuestra vida. De la misma manera, como también arrastramos carencias que nos producen verdaderos inconvenientes en nuestra labor diaria.
Realmente todos estos hábitos nacen en nuestro hogar de crianza. Es lo que hemos visto y nos han enseñado en nuestras familias (cualquiera que sea su modelo).
Sin embargo, la perspectiva desde la experiencia diaria de padres, abuelos y cuidadores es totalmente diferente.
Los conflictos constantes para reclamar un espacio ordenado y limpio van a la par de amenazas, castigos, reprimendas y suspensión de privilegios y convierten el ambiente familiar en un campo de batalla.
Se hace necesario reflexionar sobre la necesidad de crear espacios emocionales y de comunicación conciliatorios y desbordantes de acuerdos y tratos.
Pero, lo que impera es que ciertas tareas asignadas (tácitamente) a un miembro de la familia (madre, padre, hermano mayor, abuela, niñera) sean repartidas equitativamente por todos los miembros de la misma. Independientemente de la condición económica y de la posición social, que a veces también puede representar un gran freno para estos objetivos.
"Me gustaría que me ayudaras a limpiar la casa". Esta frase, típica de la mayoría de los hogares, es una muestra clara de la mala concepción que se tiene de esta necesidad de vivir en un mínimo de orden y limpieza. Indica que sólo quien pide ayuda posee la responsabilidad de limpiar.


"En cuanto puedas es necesario que hagas tu parte en casa y limpies lo que te corresponde". En esta expresión podemos ver claramente que ambos conflictos están resueltos: el trabajo no recae sobre una sola persona y además se le hace ver al jóven o a la joven que tiene unaresponsabilidad compartida.
Las tecnologías siguen avanzando e introduciéndose en los hogares de mil y una manera. Los jóvenes son muy experimentados en el uso de dispositivos de diversión y entretenimiento que requieren un gran nivel de conocimientos a nivel de usuarios.
Este nivel supera ampliamente lo necesario para utilizar los electrodomésticos más comunes: lavadoras, secadoras, planchas, lavavajillas, etc. Pues es muy beneficioso que, a cierta edad, ya se den las instrucciones precisas para que los chicos y chicas de la casa asuman la responsabilidad de su ropa limpia, asignación de días de la semana para mantener la vajilla limpia, el aspirado de muebles, el barrido y limpieza de los suelos.
Es un proceso gradual y que requiere mucha paciencia por parte de los adultos ya que, en principio, las tareas no quedarán bien hechas, pero elogiando los esfuerzos realizados se puede lograr que poco a poco la incorporación de estos hábitos tan necesarios sean una realidad en la vida diaria de los jóvenes, ya que, sencillamente, no habrá ropa que ponerse, platos limpios o un área aseada en casa si ellos no lo hacen.
Por otra parte, es muy importante que ciertos privilegios no sean obtenidos si las asignaciones no son cumplidas. De esta forma, tanto para salir con amigos, como para entretenerse con videojuegos o, inclusive, ver la TV sea indispensable que se hayan realizado las tareas.
Queda, de parte de padres y educadores, el velar para que el joven o la joven vivan la consecuencia de no asumir su parte. Es decir, para tener ropa limpia hay que lavarla.
Realmente es un gran paso para su independencia personal.
de k te estas burlando ee no es nada graceoso lo que comentastes