

¿Qué es la concentración?
Toda actividad intelectual requiere unas mayores o menores dosis de concentración por nuestra parte. Sin ella no obtendremos resultados positivos. Y es que no basta con leer las mismas líneas una y otra vez para memorizarlas; de hecho, la memorización no es en absoluto la clave para entender determinadas materias. Podría definirse la concentración como la capacidad para centrar nuestra atención en el trabajo que estamos realizando en ese momento, sin caer en distracciones ni perder el interés. Cuanto mayor sea nuestro nivel de concentración, más productivo será el tiempo que dediquemos a esa tarea. A su vez, la concentración depende de varios factores como el interés, el estado físico y emocional, la presión, el ambiente y el compromiso. Para lograr la atención adecuada debemos equilibrar todos estos factores, algo que no siempre es sencillo.


Causas y consecuencias de la mala concentración
Esta desconcentración puede tener su origen en diversas causas. Algunas de las más comunes son: 1. Cansancio y/o estrés. El sobreesfuerzo que supone ir a clase, estudiar y trabajar cada día se traduce en forma de cansancio y estrés. Esto puede dar lugar no sólo a una fuerte desconcentración, sino también a determinados problemas de salud. 2. Falta de sueño. La desconcentración es uno de los síntomas clásicos de la falta de sueño. Puede llegar a impedirnos realizar acciones cotidianas como conducir o trabajar. 3. Dieta deficiente. Una alimentación inadecuada puede provocar grandes problemas de concentración, ya sea por la sensación de hambre o por la falta de vitaminas. Si nos faltan nutrientes, no tendremos energía, y eso repercute directamente en nuestro cerebro. 4. Ambiente inadecuado. Nos será imposible concentrarnos con ruido, suciedad o gente a nuestro alrededor. Muchas veces la causa principal del fracaso en los exámenes es estudiar en un espacio lleno de distracciones. 5. Dolor físico. Cuando padecemos alguna molestia o dolor físico, nos es difícil concentrarnos en otros temas. Esto se agrava en caso de enfermedades crónicas como la fibromialgia o las migrañas. 6. Desequilibrios hormonales. Estos desajustes afectan directamente al estado de ánimo, el equilibrio y la memoria. No es de extrañar, por tanto, que influyan en nuestra capacidad de concentración. 7. Preocupaciones. Los problemas muchas veces no nos dejan pensar con claridad. Por ello cuando estamos viviendo alguna situación personal complicada nos resulta casi imposible prestar atención a las clases o al trabajo. 8. Problemas psicológicos. Situaciones como la hiperactividad, el TDAH o la depresión reducen considerablemente nuestra capacidad de concentración. Todo ello repercute en una falta de concentración que, a su vez, deriva en una serie de consecuencias. Por ejemplo, nos hace olvidar cosas a menudo, no ser capaces de asimilar la información que escuchamos o leemos, despistarnos fácilmente o necesitar más tiempo para realizar nuestras tareas.


Técnicas para aprovechar el tiempo de estudio
Es importante luchar contra esta desconcentración para lograr buenos resultados en nuestros exámenes. Para ello podemos seguir algunas técnicas realmente eficaces como las que presentamos a continuación.
Marcar un horario
Mantener ciertos hábitos de estudio nos será de gran ayuda para aumentar la concentración. Así nos será más fácil organizarnos y desarrollar una rutina. A los pocos días nuestra mente asimilará este horario y nos será más fácil centrarnos. Podemos establecer unas horas al día para estudiar o unos días a la semana, pero siempre menos de seis horas seguidas.
Hacer descansos
Es necesario descansar de vez en cuando para asimilar bien lo que estudiamos. Tenemos que hacer pequeñas pausas para comer, estirar las piernas… En definitiva, renovar nuestra energía.
Preparar un espacio de estudio
Debemos estudiar en un entorno silencioso y alejado de distracciones. Hay quien prefiere la biblioteca y quien estudia desde su propia casa, a solas o en compañía. Lo importante es optar por lo más cómodo para nosotros. Además, es fundamental que nuestra mesa y escritorio sean adecuados para estudiar con el máximo confort.
Huir de las distracciones
Lo mejor es que apaguemos el móvil, la televisión y el ordenador. Así nos será más fácil centrar la atención en el temario de las asignaturas. También es recomendable pedir a los demás que no nos molesten durante nuestras horas de estudio.
Establecer prioridades
En todas las asignaturas unas lecciones son más relevantes que otras. Es conveniente que nos centremos primero en ellas, especialmente si tenemos poco tiempo. Una vez las hayamos comprendido y memorizado bien, podemos repasar otros temas.
Cumplir objetivos por días
La presión, siempre y cuando no sea desmedida, puede ayudarnos a concentrarnos y aprovechar el tiempo al máximo. Una buena idea es establecer unos objetivos a cumplir por cada día de estudio. Esto nos permitirá administrar mejor el tiempo del que disponemos antes del examen.
Salir a la calle
Al contrario de lo que pueda parecernos a priori, pasar largas horas sentados frente a los papeles no es lo mejor para aumentar la concentración. También tenemos que despejarnos con breves salidas al aire libre; de esa manera, oxigenamos el cerebro y retomamos el estudio con más energía.
Alimentarse bien
La comida es nuestra batería y por ello debemos asegurarnos de consumir los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. En concreto, alimentos como el pescado, los frutos secos, los arándanos, el plátano y los cereales integrales favorecen una buena memoria y concentración.