“Trastornos de conducta. Una guía de intervención en la escuela” ha sido elaborada por un grupo de orientadores de los Equipos de Orientación de la provincia de Zaragoza.
En esta guía se representan criterios y pasos a seguir a la hora de tomar decisiones sobre la intervención con alumnos que sufren trastornos de conducta en el centro escolar. En un primer lugar se estudiará el contexto sociofamiliar y escolar del niño y se asignará un coordinador, el cual elaborará un programa de intervención con los profesores aula-centro, la familia y el propio alumno.
El segundo paso será coordinar los servicios externos, es decir, la salud mental infantil-juvenil y los recursos sociales del que se disponen.
En tercera estancia se comenzará a actuar mediante medidas ordinarias: normas aula-centro, programas preventivos de convivencia y coordinación de los profesores ante respuestas a conductas alteradas. También, el alumno gozará de tutorías específicas para despertar en él las conductas adaptadas mediante las medidas ordinarias.
Y en cuarto lugar y último, pero no menos importante, la orientación familiar, prestando especial importancia en las características cognitivas, conductuales y emocionales del niño.
El método de actuación en el centro es el siguiente:
1. Intervenir con el alumno en el centro donde se manifiesta la problemática:
- De manera individual con el alumno a través de autorregistros de conducta, programas de autorregulación, entrenamiento en habilidades sociales, control emocional, etc.
2. Intervenir en diferentes niveles dentro del centro:
- En el aula: con el trabajo desde la supervisión tutorial y la implicación del profesorado en el manejo de las situaciones sobre las conductas manifestadas en el aula.
- En los lugares comunes del centro:
• Recreo: vigilancia del alumno y planificación de actividades dirigidas a juegos grupales para fomentar su integración.
• Comedor: pautas básicas de control de conducta por parte de los monitores de comedor.
• Pasillos: refuerzo de las líneas de organización del centro en los cambios de profesorado y desplazamientos del grupo.
- Actividades complementarias: la posibilidad de que el alumno participe con su grupo en estas actividades es un reforzador de sus conductas adaptadas. En este caso, es necesario el control conductual por parte del tutor o profesor responsable de las actividades.
- Actividades extraescolares: al ser una opción voluntaria para las familias, en el caso de que el alumno participe en ellas, es esencial que el monitor responsable conozca las líneas básicas de intervención pudiendo generalizar las estrategias implementadas en el horario escolar.
3. El alumno permanecerá en su aula de referencia los periodos que se determinen en su programa de intervención y se plantea la utilización de un “espacio” fuera del aula con las siguientes características:
- Flexibilidad: respecto al tiempo de permanencia del alumno en él y de los objetivos que se persiguen: facilitar aprendizajes escolares, permitir el desarrollo de la capacidad de autocontrol, promover el desarrollo de habilidades relativas a la interacción social, etc.
- Permeabilidad: respecto al tiempo de ocupación combinándolo todo lo posible con los contextos ordinarios del centro: aula ordinaria, recreo, gimnasio, etc.
La misma importancia que tiene la actuación en el centro escolar la tiene la familia. Es muy importante llegar a hablar el mismo lenguaje. Si no se consigue, será muy difícil entablar la comunicación, tan necesaria en estos casos de mala conducta.
Fuera ya del centro educativo es muy habitual que las familias de estos alumnos con trastornos de la conducta reciban asesoramiento e intervención por parte de los Servicios Sociales o Sanitarios de la zona. Así como la adopción de un modelo de trabajo común y eficaz para los profesionales de la Orientación Educativa.
Para solucionar este trastorno es necesario que tanto los equipos docentes y el servicio de Orientación actúen de forma conjunta con la familia y los Servicios Externos.
Imagen por Cristian Borquez
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